miércoles, julio 23, 2008

El caballero de la noche: una historia sobre la posmodernidad



Sí, sí; yo sé que tú crees que abuso demasiado de esta palabra, pero es cierto. El caballero de la noche es una película sobre la posmodernidad; es decir, sobre relativismos. No hay reglas, no hay buenos ni malos como en las historias clásicas. Hay gente que puede ser buena o mala según sus circunstancias. Batman es el cuidador de ciudad gótica pero es también ostentoso y vanidoso, y si bien cumple su rol de superhéroe con afán, ya no quiere ser más ese del que todos esperan tanto, se cansó y quiere dejarle la posta a otro, a un “ciudadano” confiando en que está cerca el día en que la democracia de los comunes y corrientes pueda asegurar el orden. Con todo y eso, no duda en ponerle las manos a la novia de dicho fulano y si consideran que ese es un tema del fuero privado recordemos que Batman tampoco tiene reparos en interferir todos los teléfonos de la ciudad “porque era necesario”.

Decía, esta es una película sobre relativismos. La escena de la tripulación de dos barcos que deben decidir quien de ellos salvará su vida a costa de matar a los otros es simplemente GENIAL como ejemplo de las circunstancias en las que todos los días se ven los seres humanos: o tú o yo. También es una metáfora sobre los prejuicios sociales ¿Quién creen que no dudará en matar a los otros? ¿Los convictos con una gran historial o nosotros, la “gente decente”? Finalmente, como le decía el Joker a un policía que lo custodiaba: Es en el momento cercano a la muerte en que se conoce realmente a las personas.

O tal vez nunca se las conoce del todo. Nunca sabes cuando el mal puede despertarse en alguien. Porque a veces, como en el caso del espía dentro de la oficina del teniente Jim Gordon (no diré quien es para no arruinarles la película) uno tiene cuentas que pagar o, yendo más al extremo, tenemos el caso del fiscal de distrito Harvey Dent, ciudadano ejemplar, convertido en monstruo a causa del odio. Con la transformación de Dent, la última esperanza de que el Bien y el orden puedan ser encarnados y sean incorruptibles se van al tacho.

En otros casos la maldad no tiene razón. No hay grandes motivaciones para los actos, no hay racionalidad. En esta película el joker no es la encarnación del mal como he leído por ahí. Más bien es la encarnación de la sin razón, del hedonismo, del hacer las cosas (ya sea robar o matar) simplemente porque dan placer inmediato y ahí radica su poder. La locura te da una ventaja que no te da la simple maldad. La locura elimina el miedo y el enemigo que no tiene miedo tiene todas las de ganar. Como decía un profesor mío hace muchos años hablando sobre el 11 de Setiembre: el enemigo más poderoso es el que no tiene miedo a morir ¿Cómo combates al que no tiene nada que perder?

Pero lógicamente una historia para el cine comercial no se podía dar el lujo de ser tan radical, tan relativa. Siempre hay personajes que permiten tener un referente de estabilidad y tradición. Esos roles los cumplen Alfred (el mayordomo) y el Lucius Fox, socio (o administrador, no sé bien) de Bruce, que encarnan valores tradicionales, que aconsejan al joven y atribulado Batman que parece que en cualquier momento va a enloquecer. Sino, recuerden la jalada de orejas que le mete Lucius a Bruce al saber que ha interferido todos los teléfonos de la ciudad: “Interferir los teléfonos no es ético”, le dice Lucius. “Pero es necesario”, le dice Batman.

La historia es tan coherente, los personajes encajan tan bien en ella que casi me pongo a llorar al final de la película. La actuación de Heath Ledger como el guason es genial, eso ya esta más que dicho, sin embargo, como imagen que resume la película no quise poner su cara sino las dos caras de harvey Dent que para mi resumen la idea porque todo es tan arbitrario como lanzar una moneda al aire y porque el mal y el Bien conviven dentro de uno. Solo es cosa de que llegue el detonante y “BAM”.


Y el dibujito que viene a continuación es solo un plus