Cuando pego las uñas a la nariz y aspiro profundamente (llévate el olor hasta el pulmón eli, llévatelo) huele a cuando me despertaba todas las mañana a las 6 y me metía a la ducha todos los días sin falta y sin pensar, aunque hiciera frio o aunque nevara en mi cabeza. Y me ponía una chompa ploma de mi papa y un pantalón que me quedaba como a payaso y salía rápido a cumplir con el deber y nunca había micro pero yo igual llegaba y me sentaba siempre tensa pero en el buen sentido porque estaba a la expectativa de todas esas cosas buenas que vendrían, de todo lo nuevo, de todo lo que me habían contado y que ahora yo iba a hacer y de los salones que iba a oler y la madera que seguro brilla como cucaracha y ahi entran cien personas y si quieres te sales de la clase porque nadie te toma lista y tú escoges el curso que quieres llevar y todos son brillantisimos y hasta ateos. Los ojos estaban muy abiertos, las orejas muy abiertas, los poros muy abiertos y todo entraba como con mantequilla y era rico aunque Servando y Florentino no me dejaran estudiar. Era mil novecientos noventa y siete.