Hoy me hizo mucha gracia cuando me pediste que no me bañara, cuando casi me suplicaste que no lo hiciera. Me recordaste eso que cuentan sobre Josefina y Napoleón y la famosa carta en la que él le pedía lo mismo.
Yo no te iba a complacer de ninguna forma, el olor es parte esencial de mi pudor. Pero me quedé dormida y desperté con dolor de cabeza. No me bañé al final de todo y traigo el hedor de una semana terrible: Huelo a cansancio, a mal sueño, a clases a las que no he ido, a trabajo entregado a destiempo y hasta huelo a la semana que viene, que se proyecta mayor en responsabilidades y malos ratos.
Huelo también un poco a Julieta porque he dormido con ella.
Como te dije, no pensaba complacerte de ninguna forma, pero ahora que me levanto y que el dolor de cabeza ha pasado un poco, me huelo y lamento mucho no haber podido verte hoy. Esto nos hubiera gustado mucho porque los olores que ya mencioné se han mezclado con el olor que tiene esperarte, extrañarte, y ha quedado una combinación muy buena.
Quiero pedirte por eso perdón. Prometo no fallar la próxima vez que no me bañe.
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